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Cuando muere un bebé:

  • Foto del escritor: Mariela Roa
    Mariela Roa
  • 9 ago
  • 3 Min. de lectura

El duelo perinatal desde la neurobiología


Cuando muere un bebé durante la gestación o poco después de nacer, el impacto emocional suele ser devastador. Pero lo que muchas personas no saben es que este duelo no solo afecta a nivel psicológico: también deja huellas en el cuerpo y en el cerebro.

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Desde la neurobiología, hoy sabemos que el embarazo genera una profunda reorganización cerebral en la madre. El vínculo con el bebé comienza a construirse desde mucho antes del parto: se activa el sistema límbico, aumentan los niveles de oxitocina y prolactina, y el cerebro materno se adapta para priorizar el cuidado, la protección y el contacto con ese hijo esperado.

Cuando ocurre una muerte gestacional o neonatal, este sistema vincular se ve interrumpido de forma abrupta. Lo que estaba biológicamente programado para el encuentro, el cuidado y el apego, queda suspendido en una especie de limbo neurofisiológico. El cerebro, el cuerpo y el corazón quedan desfasados.


¿Qué ocurre a nivel cerebral?

  • Se activa el eje del estrés (hipotálamo-hipófisis-adrenal), generando un aumento en los niveles de cortisol.

  • Puede haber síntomas físicos: insomnio, fatiga crónica, alteraciones gastrointestinales, dolor muscular, sensación de vacío en el pecho o el vientre.

  • Se altera la percepción del tiempo, del entorno, incluso de uno mismo: muchas mujeres describen sentirse “desconectadas” o como si vivieran en una película.

  • Las memorias relacionadas con el bebé y el embarazo tienden a ocupar un espacio muy activo en la red neuronal por un tiempo, dificultando el descanso mental.

Este proceso no es patológico. Es una forma en que el cerebro intenta reorganizarse después de una experiencia traumática.

 

El duelo no es solo tristeza

Desde una perspectiva neurobiológica, el duelo es un proceso adaptativo complejo. Involucra:

  • El procesamiento de la ausencia,

  • La reorganización del apego,

  • La construcción de nuevas narrativas internas,

  • Y la integración emocional de lo vivido.

Por eso no se trata simplemente de “superar” o de “dejar atrás”, sino de permitir que el sistema mente-cuerpo procese e integre lo que ha ocurrido.

 

Acompañar desde la comprensión y la compasión

Conocer el impacto neurobiológico del duelo perinatal nos ayuda a validar lo que muchas mujeres sienten y no pueden poner en palabras. Nos invita a evitar frases dañinas como “aún puedes tener otro bebé” o “ya pasará”, y a ofrecer en su lugar espacios de escucha, presencia y respeto.

El acompañamiento terapéutico, el sostén emocional y las prácticas de autorregulación del sistema nervioso (como la respiración, el Mindfulness, el Tapping o el contacto compasivo con el cuerpo) pueden ser grandes aliados en este proceso.

 

El camino es único

Cada madre, cada familia, vive este duelo a su manera. No hay tiempos correctos ni formas ideales.Hay cuerpos que sienten, cerebros que intentan comprender lo incomprensible, corazones que buscan sentido.

Y en ese proceso, la neurociencia también puede ser una aliada para sanar.


Meditación para regular el sistema nervioso en duelo

Te propongo una meditación guiada especialmente pensada para ti, si estás transitando un duelo perinatal. Su objetivo será ayudar a:

  • Regular el sistema nervioso (del estado de hiperalerta al de mayor calma).

  • Sostener la emoción sin forzar su transformación.

  • Generar un espacio seguro interno.

  • Promover el contacto corporal y la autoescucha compasiva.


Duración sugerida: 8-10 minutos

Título: "Un refugio suave dentro de ti: meditación para sostener el duelo"


Si estás pasando por una muerte gestacional o neonatal, esta meditación no busca hacer desaparecer el dolor, solo ofrecerte un espacio suave donde descansar por unos momentos.

Puedes hacerla sentada, recostada o en la posición en que tu cuerpo se sienta más seguro. Si quieres, coloca una mano sobre tu pecho, y otra sobre tu vientre.


Comencemos…


Inhala profundo… y exhala lento. Hazlo a tu propio ritmo, sin forzar.

Siente el contacto de tus manos contigo. No estás sola. Aquí estás tú, contigo.

Imagina que cada inhalación es una caricia interna, y cada exhalación es una exhalación de aquello que pesa.

Inhala suavidad... Exhala tensión.

Siente si hay alguna parte de tu cuerpo que duele. No trates de cambiarla, solo reconócela.

Puedes decirle: “Sé que estás ahí. No te voy a apurar. Estoy contigo.”

Quizás aparezca tristeza, enojo, silencio o incluso una especie de vacío. Todo está bien. Todo tiene permiso para estar ahí.

Visualiza ahora que hay un espacio dentro de ti como una cueva cálida, protegida, hecha de tierra suave. Ese lugar vive dentro de ti, en lo profundo.

Allí puedes descansar. No necesitas hacer nada, no necesitas ser fuerte.

Respira allí. Quédate lo que necesites.

Cuando estés lista para salir, lentamente mueve tus dedos, tus hombros…

Agradece este espacio, y vuelve con suavidad a tu presente.

Puedes finalizar con una frase ancla como: “Hoy no tengo que estar bien. Solo estar, es suficiente.”


Mariela Roa

 
 
 

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